martes, 13 de noviembre de 2012

Un cuento fabuloso

   En el reino de Sekisan habitaba el rey viudo Trigopax. Su hja, Liade, deseaba encontrar marido, pues el arroz se le iba pasando: de hecho, tenía 57 años. Pero dicen las sagas que estaba de buen ver; de tocar, poco decían. Visto que Trigopax prometió una fortuna a aquel que desposase a Liade, llegaron a Sekisan varios guerreros: los hermanos Dacortin y Glicoisdin de Hibernia; el franco Singulair; el occitano Ventolin; el belga Atarax; y, finalmente, el sajón Lamisil. El rey les propuso una adivinanza: aquel que consiga saber la fórmula matemática de la cuadratura del círculo, ganará la mano (un poco ajada y ya algo pecosa) de Liade. Los guerreros, que llevaban pizarrines entre sus enseres, pues habitualmente contaban sus víctimas en combate por el procedimiento palito-palito-palito-palito-palito cruzado, se pusieron a formular, e incluso a derivar, pero de aquel pizarrín no salía nada más que un tremendo dolor de cabeza para mentes poco acostumbradas al raciocinio. 
   De repente llegó, de Bavaria, el teutón Doctor Scholl, un buhonero taumaturgo. Tampoco pudo descifrar el enigma, pues faltaban siglos hasta que un ruso pirado lo hiciese, pero le hizo una pedicura tan maravillosa a Liade que esta se quedó prendada de él. Desde entonces, todos los años peregrinan a Sekisan miles de gentes para pelarse los callos. Ah, y Doctor Scholl se casó con Liade, y, contra todo pronóstico tuvieron una hija (aunque en primero instancia los galenos pensaron que era un botijo): tenía una piel tan brillante que la llamaron Silvederma.

(Una vez acabado el maravilloso relato, sigo animando a las compañías farmacéuticas a que pongan a sus productos nombres de tan aparente abolengo (y realengo).)

2 comentarios:

Pedro dijo...

(Con permiso:)

Algunos años despues –no muchos pues como ya sabemos el arroz de Liade no era integral- y visto que lo de la cuadratura no terminada de tener solución, nuestra protagonista cambió las bases del concurso proponiendo la mano de su adolescente hija Silvederma a quien descubriera la fuente de la eterna juventud. De entre las brumas (y esto es literal porque a su alrededor se manifestaba una brisa infecta y putrefacta proveniente del hedor que desprendían sus poros) apareció el caballero Deodor montado a lomos del legendario Perspirex. Llegaba de la antigua ciudad de Actafarma donde había librado la ultima de sus grandes hazañas: liberar a la población del tributo que gravaba la libre circulación de personas y mercancías y que había impuesto el Duque de Venoruton. Silvederna harta ya de tanto Trigopax, y aprovechansdo la olorosa presencia del héroe Deodor planeó un golpe de estado …

Anónimo dijo...

¡Bravo, Pietr! Tendremos que seguir esta farmacéutica historia.
Mike