miércoles, 28 de septiembre de 2011

El regreso de El Bello Gallito

El jefe Toño construyendo mesa
Holgazanes celebrando por la conclusión de las obras
La modélica empresa El Bello Gallito se vio afectada por la crisis en verano. Cayeron las acciones en bolsa, la compañía se desmembró y fue perdiendo prestigio hasta que hubo que cambiarla de nombre: El Puto Capón. Aun así, no había demanda de trabajo, y se rechazó tajantemente la propuesta de pintar fachada de color ocre, por lo que tuvimos que dar un salto peligroso: entrar en la horticultura y diseño de jardines. Nos decidimos como experiencia piloto por el enigmático jardín de la casa de Lornís, llamado Versalles no con mucha admiración, un jardín que casi reivindicaba en sí una cultura hortícola: ya que en Inglaterra hubo la Cultura del Vaso Campaniforme, Versalles se habría definido como la Cultura de la Tina de Plástico Rota Utilizada como Tiesto. Por no hablar de los palos clavados, llamados localmente "a modo de campo de enterramientos de los indios shawnee.

Gentecilla solazándose con el trabajo hecho
Versalles tras primera reforma
Nos pusimos manos a la obra, el jefe de El Puto Capón, Toño, y yo, instalando unas cercas en el jardín y retirando el amasijo de piedras que conformaban sus límites. Bien: reformar algo en Lornís es como hacer que un terrateniente del Antiguo Régimen reconozca derechos a los vasallos. Las críticas fueron bastante unánimes al principio: "antes estaba mejor, vaya paletos, malditos pequeño-burgueses, manieristas de mierda", o directamente "fillos de puta, deixádenos vivire". Pese a todo escarnio y vituperio, seguimos, sabedores de que portábamos una llama que nos iba a quemare. Y comenzamos a construire un pequeño muro de piedra. Ah, aquí cambió el  rollito, sí, señor. De repente, todos aquellos que nos denostaron, que nos llamaron manieristas y pequeño-burgueses, todos aquellos que reían con nuestro fracaso, comenzaron a ayudar en la transformación de Versalles. Pero la cosa no quedó ahí.  Súbitamente, personas ajenas a El Puto Capón empezaron a reformar la otra parte de Versalles, esa que para mí era Terra Incognita: impenetrable, inconcebible, inabarcable. Sí. En una tarde se cavó, transportó, horadó, barrió, rastrilló, y cualquier verbo que acabe en -ó: todos participaron, por no hablar de los Onuba, que arrastraban piedras  de una tonelada con los dientes. Pero, ¡ja! La cosa no acabó aquí. Al jefe se le ocurrió una idea tan magnífica que pensé: sí,
Mesa finiquitada
 nos vamos a a estrellare (en Lornís tendemos a hablar con la -e paragógica). Con la ayuda de mi sobrino Luis El Mexica, se inició la construcción de una mesa de piedra . "Jefe", dije yo, "nos vamos a estrellare". Él miró al cielo y  dijo "¡Manoli, cierra la puerta de la habitación!":  no me estaba atendiendo. Finalmente el milagro se obró: no, no es que mi sobrino Luis El Mexica comiera pescado (eso sería demasié), sino que la mesa fue construida. Se asemeja bastante a una tableta de turrón duro de aquellos de antes que te partían los molares.. Igual que el año anterior fue el milagro de la zahorra, este fue el milagro de Versalles. Ah, volvemos a ser El Bello Gallito. A raíz de eso se pintaron puertas y ventanas, se repararon muros, se reformó la habitación de San Antonio y algunas cosas más. Somos invencibles.

1 comentario:

Mondoxibaro dijo...

Muy cuca la mesa, creo que ideal para sentarse alredredor con unos.... gnomos? Avisaré al FLEJ para que os adecente el jardín, que creo que le faltan unos enanos :)