miércoles, 19 de enero de 2011

Hola, carnaval

Los profesores tenemos la costumbre de medir los años por cursos, y éstos, de ir tamizándolos con las siguientes vacaciones que nos tocan. Las próximas son realmente entrañables, diferentes, paganas: tres días de disfraz y abandono de uno mismo. Parece mentira que un rito neolítico que significaba representar en la vida humana el ciclo de las estaciones acabara por convertirse en una celebración de travestismo generalizado. Porque en la raíz del carnaval está la representación de ese período de caos cósmico que supone la muerte del invierno y la resurrección de la naturaleza, personalizada (por así decirlo) en el ciclo de los cereales, que para el hombre primitivo eran casi más que la vida. En carnaval vivimos ese caos que consiste en trastocar nuestro rol social, incluso sexual, de ahí que tantos hombres vayan disfrazados de mujeres (lo cual tiene su gracia, dado lo patosos que somos los hombres, con esa pinta tan bruta y medias de seda) o las mujeres de hombres (lo siento, pero eso tiene bastante poca gracia) . El carnaval ancestral era algo así como una fiesta off-limits en el desierto californiano en los años ochenta: un desfase auténtico. Aún no ha llegado, pero aquí Ariel Rot y Enrique Bunbury le cantan el adiós, en una gran canción:

No hay comentarios: