lunes, 22 de noviembre de 2010

Cuando Los Lorchos fueron expulsados del Paraíso


El Quinto Día, Dios había jugueteado con barro, y formó de él a tres jóvenes. No quedó muy contento con lo que le salió. Como no sabía bien qué hacer con ellos, los alojó en el Hotel Paraíso, donde los tres jóvenes (todavía sin nombre, pues el mundo era demasiado joven) disfrutaban de las delicias del Todo Incluido. No pasaba día sin buffet libre y sin happy hour, ni había día en que no hicieran aerobic en la piscina. Todo era idílico, incluso Dios había prometido llevarles tres chicas de La Braña, Vilanova, aunque había introducido un elemento de discordia para que no se aburrieran demasiado: había hecho que cada uno sintiera simpatías hacia un club de fútbol distinto: el Madrid, el Barcelona y... el Bayern de Munich. Sólo había una cláusula impuesta por Dios: nunca debían abrir el Minibar del Bien y del Mal.
Un día subió el recepcionista del hotel a la habitación. Ellos no eran muy espabilados, por lo que no se percataron de que era una serpiente. La serpiente recepcionista insinuó que Dios le echaba mucho morro, negándoles el acceso al Minibar: ¿por qué no iban ellos a disfrutar de ese conocimiento? Ellos se alborotaron: tenía razón. ¿Por qué no podían abrir el Minibar del Bien y del Mal? Instigados por la serpiente, lo abrieron, y allí hallaron... Una botella de Brandy Gran Duque de Alba. Bebieron con placer, con fruición, con pasión. No quedó ni gota.
Pero Dios andaba supervisando por el Hotel, y algo se olió, porque entró en la habitación de los tres jóvenes y los sorprendió con la botella vacía en la mano.

-La habéis hecho buena- dijo, visiblemente cabreado-. Habéis bebido del Minibar del Bien y del Mal.

Los tres jóvenes sintieron temor. Y Dios habló con un cabreo que ni te cuento.

-De ahora en adelante, ansiaréis beber Gran Duque de Alba, pero sólo podréis beber Veterano de Osborne; codiciaréis a las chicas de La Braña, pero tendréis que conformaros con las del Campamento Paco Leis, o, aun peor, con las del barrio de San Pedro, es decir, Corea; desearéis ser las estrellas de las fiestas, pero permaneceréis huraños en un rincón; crearéis un grupo de música que nunca llegará a la fama mundial; seréis funcionarios del estado, o incluso algo peor: no podréis lucraros con las comisiones de los ayuntamientos; escucharéis música que nunca se pondrá en las discotecas (que inventaré en breve, para darle más caché al Hotel Paraíso); regresaréis andando de los clubes de las afueras, y tendréis esguinces, o meteréis vuestros pies en pozos negros. Y además, os ganaréis el brandy con el sudor de vuestra frente, y pariréis con dolor. Y aparte, una vez expulsados del Hotel Paraíso, las gentes os llamarán como a unos peces espantosos que acabo de crear, los lorchos, que son todo espina y nada de chicha. Por cierto, una vez fuera tendréis que repoblar el mundo, que de aburrido que está parece un pueblo inglés a las ocho de la tarde.

Obviamente, Dios, en su ofuscamiento, se había equivocado en una de sus maldiciones. Los tres estaban sobrecogidos. ¿Qué sería eso de parir? ¿cómo serían esos nefando lorchos acuáticos? Las palabras del Señor eran tan indescifrables como la campaña política de Laporta con María Lapiedra. Un ángel vestido de segurata los echó del hotel a cajas destempladas. Con un subfusil les enseñó la puerta de salida. Los Lorchos salieron cabizbajos, con una tabla de porexpán bajo el brazo que constituía el decálogo lorchuno, dictado por Dios.
-Jopé, nos han echado del Paraíso.
-Sí, pero mirad qué pillé del Minibar.
Los otros dos, admirados, vieron la botella de Torres 10 que a Dios se le había pasado desapercibida. Ignoraban que Dios los seguía vigilando, hábilmente disfrazado de zarza ardiente.
-Bueno, Dios dijo también que repobláramos el mundo, pero todo puede esperar, ¿no? Se me acaba de ocurrir una canción...
La zarza ardiente exclamó:
-¡Por favor, no! No será Pedro el Arroás, ¿verdad?
Como no eran muy espabilados, no se plantearon lo extraño que era que una zarza hablase, sino que pensaron que podía quemar el entorno. La apagaron a patadones, le echaron tierra y escupieron hasta que dejó de echar humo. Ahí firmaron su destino de lorchos incomprendidos.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Todd Browning nos metió en este "fregao". Él fue el que se bebió la botella de Gran Duque de Alba y robó la de Torres 10. Lo de las chicas de la Braña no se lo perdonaré nunca.

Freak el resentido

pedro dijo...

Cuando te pones en plan vacilon desfasado eres insuperable.

Anónimo dijo...

Ha pasado mucho tiempo, pero creo recordar que con dos palos y una raqueta, construyeron un túnel en la zarza humeante para esconder en sus entrañas el armatroste minibar que contenía documentos tipo Estrada Sut Sut, solo comprensibles por individuos con niveles de testosterona alterados como los de una ciclista profesional. En cuanto al hurto en cuetión, todavía resuena en mi cabeza.... hazlo tú, que yo no puedo bucear...
Rili cuait paradaaais...

miguel otero dijo...

Os equivocáis los dos. Fue Mick quien robó la botella de Torres 10, amargado y deprimido porque por encima de su cinta de Simon & Garfunkel alguien le había grabado con crueldad incomensurable frases como "filin gruvi... glia glia glia".
Mick, el agraviado