sábado, 9 de octubre de 2010

Recordando mi 23-F



Con motivo del Premio Nacional de Narrativa a Javier Cercas, por su novela Anatomía de un instante, voy a rememorar lo que viví aquellas horas de aquel invierno de 1981 en Santiago.
Teníamos clase en la facultad de Filología cuando nos enteramos del suceso. Rápidamente, la facultad se vació, y empezó el día de los transistores. Durante esa tarde sólo vi panfletos de apoyo a la democracia editados por un partido: el PC. ¿Dónde estaban los demás, es decir, el PSOE y los nacionalistas, por no hablar de UCD y la derecha más o menos civilizada? Desaparecidos, y algunos en fuga. Lamentable, sobre todo lo de la izquierda y los nacionalistas, porque de los otros bien poco me espero: si hubiera triunfado el golpe, ya estarían acomodados en el exilio francés unos cuantos, reinventando la historia, afirmando que habían luchado cuando en realidad habían huido. Es un perpetuar las actitudes de la Guerra Civil que nunca se acabará. Y lo más injusto fue que un año después, el PC se hundía estrepitosamente en las elecciones en que arrasó el PSOE por primera vez. Los sacrificios en política (aceptar la monarquía, renunciar a la bandera republicana...) no dieron réditos a este partido, pero sí al resto de ellos.
Y también vi ese día una sola edición especial de un periódico nacional "mojándose" a favor del sistema democrático, arengando a la población para su defensa: fue El País. Comentó Juan Luis Cebrián, director de este diario en aquellos tiempos duros, que se puso en contacto con el director de Diario 16, que no era otro que el inefable Pedro J. , para sacar todos los diarios una edición urgente de apoyo a la democracia. Pedro J. no se mojó, por si acaso ganaban los otros, igual que hizo el ABC, por ejemplo, tan monárquicos ellos... Estas cosas deben saberse, y más en estos tiempos de un revisionismo exagerado, enfermizo.
Recuerdo el miedo que sentimos todos (mi hermana Reyes vivía en Ponferrada en ese momento, y era una conocida militante del PCE), la vergüenza enorme de ver a un capirote bigotudo poniendo de rodillas al Estado, la incertidumbre de todas aquellas horas con los grupúsculos de extrema derecha peinando la ciudad, borrachos de felicidad y de alcohol, la espera interminable hasta que el rey salió en la televisión, demasiado tarde para el gusto de todos. Para mí, se ha exagerado la influencia del rey en el 23-F. Si no hubiera sido por los militares que permanecieron leales, y por Gutiérrez Mellado y Sabino Fernández Campos, quién sabe qué habría sucedido. Probablemente, como su abuelo, también estaría en el exilio.
Pero lo que permanecerá en el recuerdo para siempre fue aquel instante atroz en que aquellas bestias zarandearon a Gutiérrez Mellado, y dispararon al techo del Congreso. La imperturbabilidad de Suárez, y su valor defendiendo a Gutiérrez de aquello gañanes, y la impasibilidad de Carrillo (mucha gente se rió de los diputados por haberse tirado al suelo con la ráfaga de ametralladora: yo le diría a esos valientes a ver qué habrían hecho ellos), de nuevo la dignidad de Gutiérrez. El miedo, el miedo atroz a volver atrás, una vez más. Ese golpe fue el canto del cisne de la extrema derecha, que permaneció durmiente durante dos décadas... hasta que regresó de las catacumbas a finales de la década pasada, a socaire de dos mandatos consecutivos de un personaje para olvidar, mandatos que alentaron sin tapujos a la extrema derecha durmiente.


1 comentario:

Anónimo dijo...

Yo también estaba en la facultad y en mi caso el país elegido iba a ser Portugal. Un amigo y yo, en los primeros momentos, y al calor de una copa en un bar, ya preparábamos ir a buscar los pasaportes a casa y marchar rumbo a Lisboa.
Menos mal que todo quedó en nada. Años más tarde, ese mismo día nacía mi hija.