viernes, 7 de mayo de 2010

Cosas que nunca sabré ni haré

Nunca sabré cuáles son los mecanismos que rigen el cuadro de mandos de una mujer, y creo que es mejor así: si fueran más simples, serían hombres.


Nunca sabré cuál era el nombre real del Capitán Trueno, ni por qué Crispín no siguió el tratamiento hormonal de crecimiento de Messi. Tampoco sabré por qué el Capitán, en vez de dormir con skyjama, usaba la cota de mallas.

Quizás un día sepa qué es lo que se esconde en la mente de un nazi, de un fanático del OPUS, de un talibán, de un tertuliano de Intereconomía, de un etarra... pero creo que es mejor no saberlo. Nunca me han gustado las fosas sépticas.


Nunca sabré por qué las moléculas son tan caprichosas que unas tienen la particularidad de adherirse y otras no, por qué la luz posee propiedades, por qué los colores en realidad no existen porque son simplemente frecuencias de onda.


Nunca sabré las motivaciones que llevan a ciertas personas "temerosas de la ley" a encubrir hechos delictivos, proteger a aquellos que los cometen y encima alardear de ello.


Nunca sabré si soy yo quien escribe mis libros o son ellos quienes me escriben a mí. A lo mejor debería buscar en las bibliotecas del mundo libros que me escriban mejor.


Nunca conoceré la lengua de los navajos.


Sé que nunca volveré a Lawrence, Kansas.


Nunca sabré si aquel sueño lo tuve una sola noche durante horas, mil veces durante unos segundos o lo he estado teniendo desde siempre.


Nunca sabré por qué me emocionan precisamente ciertas palabras, ciertas canciones. Nunca sabré tocar la guitarra, y eso me duele. Nunca entenderé qué significa La maza de Silvio Rodríguez.

Nunca sabré a ciencia cierta qué es lo que piensan de mí los que me rodean, si me ven más grande o más pequeño de lo que soy, más listo o más estúpido, más nervioso aun de lo que soy. Nunca sabré si realmente me ven o soy un espectro más.


Nunca sabré si cuando muera podré pervivir de algún modo en la vida de mis hijos. Ojalá. Qué lástima que los genes no tengan ojos para poder ver cosas desde el cuerpo futuro de Miguel y Juan.


Sé que nunca visitaré el Macch Picchu, que me fascinó desde que vi una fotografía en un libro titulado La epopeya del hombre. Lo recuerdo perfectamente: fue en 1974.

Nunca, nunca sabré si todo esto no es más que un sueño dentro de un sueño, un juego de espejos, un pensamiento en la mente de otro ser, el entretenimiento pasajero de otro cerebro que se divierte creando vidas y circunstancias.


Nunca sabré cómo se puede escribir un libro como Pedro Páramo, y sí sé por qué nunca podré llegar a escribir algo así.


Nunca sabré qué pasa por la mente del "escritor" y "tertuliano" José Manuel de Prada, y mejor no saberlo: el sueño de la sinrazón produce monstruos que habitan en fosas sépticas.

Nunca sabré a ciencia cierta por qué soy del Real Madrid, pero tengo todas las certezas para saber por qué no soy del Barcelona. No sabré hasta el sábado si ganaremos la liga o no. Si la ganamos, sí que sabré qué hacer, aunque la cabeza me reviente al día siguiente.

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