martes, 20 de octubre de 2009

El zagal, el lobo y Alves

Hubo un tiempo en que el hecho de que una madre le soltase un azote o un cachete a su hijo no implicaba que fuera una torturadora. En ese tiempo, a veces se podía ver la siguiente escena, repetida en toda España: un niño (término genérico) se ponía repelente con una escandalosa rabieta, sin razón alguna, como es habitual en los infantes; la madre, en vez de solventar el arrebato infantil adquiriéndole rápidamente una PSP o una bici de carreras, le soltaba un guantazo (nunca fuerte: lo importante era el impacto psicológico, no hacer daño) y le decía: "Ahora llora por algo". Qué gran frase. Qué gran solución sería ésta para muchos problemas futuros.
Algo así le va a suceder a un jugador del FC Barcelona si sigue con su actitud. Este señor, gran futbolista por otra parte, se llama Alves; este señor atiza a todo lo que se mueve por su banda, protesta airadamente todo lo que se le pite en contra y, sobre todo, en cuanto siente el mínimo roce en su persona, se tira al césped y se revuelca como si le hubieran roto el bazo a martillazos. Tal es su capacidad interpretativa que ni siquiera sus compañeros se acercan a interesarse por su estado, sabiendo de sus dotes escénicas (incluso se ha filtrado que los compañeros empiezan a cansarse de esos espectáculos, pues son contraproducentes).
Lo peor, además de esto, es que si Alves mete un gol, lo celebra del modo más macarra e insultante que he visto: se baja el pantalón hasta el pubis, se levanta la camiseta y hace ostentación de depilación íntima, tatuajes y abdominales, al tiempo que ejecuta un baile repugnante, pretendidamente sexy, que produce vómitos, una auténtica burla al equipo que ha recibido el gol. Y ahí entramos en el tema de las celebraciones: expulsaría por diez partidos a todo jugador que haga el payaso al marcar (aún recuerdo a Fowles esnifando la línea de banda, a los descerebrados brasileños del Madrid haciendo la cucaracha, a Leonardo haciendo que era un perro y meaba en el banderín, arqueros, toreros, Luis Enrique ejecutando una coreografía absurda antes de gritarle algo al público rival, a los que ponen las orejas al público, etcétera).
Diré algo: Alves está jugando con fuego. Un día, después de tantas protestas, fingimientos y exhibicionismos, llegará un tuercebotas del equipo contrario con una misión clara: partirle una o ambas piernas. Ahora llora por algo, le dirá, como la madre al niñito repelente y llorón. Querido Alves, léete lo del zagal y el lobo, y de paso lo del cántaro y la fuente. Y ahora acabo de leer que se queja porque le tienen manía. ¿Pero qué espera? ¿Que lo adoren?

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