viernes, 22 de mayo de 2009

Tango



Si pienso en las mañanas de domingo de mi niñez, veo tangos. Veo la voz de Gardel inundando la cocina, el disco negro girando sobre el plato del vetusto tocadiscos de maletín, ése que cada dos por tres entraba en la UVI y no regresaba hasta tres o cuatro meses más tarde. Las palabras de los tangos se me quedaron adentro, y un día, a los veintipocos, cuando Malevaje inició un "revival" del tango, me di cuenta de que me sabía muchas de las canciones. Se me habían grabado en la mente, como un idioma que aprendes de pequeño y un día vuelves a hablarlo sin ser consciente de conocerlo. Hablar del tango puro es hablar de mujeres, de mujeres bellas, de mujeres de la vida que "engrupen" a los "otarios"(los hombres adinerados que mantienen a sus jóvenes amantes, es decir, el equivalente del "sweet daddy" americano), de mujeres "escangayadas" a las que la vida ha llevado cuesta abajo en la rodada, de mujeres en general, que llevan el nombre de "minas","chirusas", "papusas"(claramente procedente de la palabra india "papoose")... Y también de hombres, de Otelos del arrabal, de proxenetas ("cafishios"), de "bacanes", de facas desenvainadas, de "barras" de amigos, de los "malevos" que escriben en un portal el nombre de una mujer con la misma navaja con la que la matarán, locos de celos. Tango es lunfardo. Tango es Gardel, por antonomasia, menos para Borges, que afirmaba que el tango solo puede ser de arrabal, no de salón. Nada puedo decir de Gardel que no se haya dicho ya: la frase para la historia es la de Astor Piazzola, esa que afirma que "cada día canta mejor". Pero para mí los grandes méritos de Gardel son ser capaz de cantar canciones tan nefandas y sensibleras como "La cieguita", o "Silencio ("...y la viejecita de canas muy blancas se quedó muy sola con cinco medallas que por cinco héroes le donó la Patria") o entonar el recitado de "El día que me quieras", que visto racionalmente es de lo más cursi que he oído en mi vida, y hacer de esto un arte; y también, en esa misma canción, pronunciar la palabra "celosas" como solo él pudo hacerlo, de modo unívoco, especial, antológico: "...las estrellas seeel-losas nos mirarán pasar...". Por eso el tango es proteico, multiforme: es violenta cursilería, oda brusca a las flores de arrabal, apología del buscavidas, del justiciero asesino.
El tango no muere en Gardel. Julio Sosa es para mí otro genio. "El último café" o "Aquel tapado de armiño" de Sosa se elevan hasta niveles gardelianos, igual que el tanguista Carlos Montero alcanza cotas imprescindibles de tanguería castiza, todo un descubrimiento al que tuve acceso gracias a Yoshiro "Nino" Tachibana, un japonés que toca flamenco y aprecia el tango. Si no habéis oído a Carlos Montero (arriba, a la izquierda), os lo recomiendo fervorosamente.
Y mientras escribo esta entrada, suena el mejor tango, tal vez, de todos: "Mano a mano". Escúchese con brillantina en el pelo peinado hacia atrás, con bigotillo, patillas finas y alargadas, zapatos afilados y ademán chulesco. En esa placa que envió la NASA al espacio por si encontraban vida en el exterior debían haber inscrito esta estrofa antológica que define toda una filosofía de la vida y la música: "Se dio el juego de remanye cuando vos, pobre percanta, gambeteabas la pobreza en la casa de pensión; hoy sos toda una bacana, la vida te ríe y canta, los morlacos del otario los tirás a la marchanta como juega el gato maula con el mísero ratón". Para consultar dudas, búsquese un diccionario de lunfardo.

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