sábado, 28 de marzo de 2009

Ser fronterizo


Mis hermanos y yo nacimos en Ponferrada por una curiosa razón: mis padres se fueron a vivir allí, ya que mi padre, futbolista profesional, había fichado por la S. D. Ponferradina. Corría el año 1952 (la foto es algo posterior; es una foto a la que le tengo un cariño especial: mis padres ¡en París! allá por el año 1957). Por otro lado, nuestra sangre es gallega por los cuatro costados: por parte de mi padre, los orígenes familiares están en una franja limítrofe entre Pontevedra y Lugo, si bien él, como buen gallego, nació en Buenos Aires; por la de mi madre, los orígenes son santiagueses, del barrio de Conxo, antes ayuntamiento propio. Creo que no es casualidad que Carola sea de Orense, para así completar las cuatro provincias.
De este modo, como diría Silvio Rodríguez, "debo partirme en dos": soy gallego por hemoglobina y berciano por nacimiento. ¿Qué es más importante? No lo sé. Sé que me emocionan especialmente las estancias en Ponferrada, ciudad de la que estoy orgullosísimo. El Bierzo tiene para mí, ahora de mayor, un embrujo similar al que tenía la playa de As Sinas, en Vilanova de Arousa, cuando era pequeño, tal vez porque en ambos casos pasaba bastante tiempo hasta que regresaba a esos lugares. ¿De dónde me siento, pues? De la frontera. Los que hemos nacido en una encrucijada de caminos como es El Bierzo tendemos a ser seres fronterizos, mestizos, maleables, alejados de esas culturas monolíticas e uniformes que tanto gusta imponer. Doy gracias al fútbol por haberme dado la oportunidad de nacer en la frontera, y a todas las ciudades y pueblos en los que he vivido (Pontevedra, Santiago, Puebla do Caramiñal, Vilagarcía, e incluso Lawrence (Kansas))y que he visitado (especialmente Asturias y Madrid, dos lugares muy, muy especiales para mí), pues con todas sus diferencias también forman parte de mí. Ser fronterizo es ser un poco cosmopolita. Borremos los límites, hagámonos fronterizos.

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