domingo, 29 de marzo de 2009

Obras ¿son amores?


Cuando me quejé del tráfico y la conducción en Vigo, un atinado lector replicó que Vigo era como todos los sitios. Lo mismo pasa con las obras, me temo. Aquí, en Vigo, se están construyendo aparcamientos subterráneos y se están humanizando muchas calles (curioso concepto, el de humanizar, cuando lo que se hace es arborizarlas), con lo que los hombres jubilados ya no precisan tirar de autobús para solazarse con su mejor pasatiempo. De hecho, frente a mi casa hay una máquina monstruosa, como un descorchador gigante, que hace que les caigan las lágrimas de emoción.
La pregunta que me hago es por qué España está siempre en obras y el resto de Europa no. Tal vez sea algo consustancial de la cultura hispana, como mostraron Uderzo y Goscinny en una simpática viñeta de "Astérix en Hispania". Las obras no son amores, más bien quebraderos de cabeza, pero asumámoslas como algo tan nuestro como la sesión vermut en las fiestas populares. Y tienen su lado simpático, reconozcámoslo. Fue Eduardo Mendoza quien hizo que el extraterrestre de "Sin noticias de Gurb" se cayera en todas las zanjas abiertas de la Barcelona pre-olímpica, en una secuencia hilarante, una genialidad más del barcelonés, gran maestro de la ironía. Y creo que fue Danny DeVito (¿o fue Bob Hoskins? Perdonad mi mala memoria: sé que era un actor muy bajito) quien visitó hace años Madrid para presentar una película, y al llegar al aeropuerto le dieron una vuelta en coche por los lugares emblemáticos de la ciudad, ciudad minada por doquier para obras de metro, conducciones de gas, telefonía, etcétera. El actor permaneció callado durante la gira. Al acabar, su cicerone le preguntó qué le había parecido, y este respondió:
"Me ha gustado. Y cuando encuentren el tesoro, esta ciudad será la repanocha".

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