domingo, 29 de marzo de 2009

Ayer tuve un sueño


Ayer tuve un sueño. No, no soy Martin Luther King. Ni es una canción de Triana. Soy Miguel, el de siempre. Ayer tuve un sueño, una pesadilla más bien. Caminaba por la calle Montera de Madrid cuando dos hombres enmascarados me secuestraron. Me metieron en una especie de cine abandonado y me ataron a una butaca. Yo tenía que revelar algo, y no sabía qué. Era algo así como "El proceso" de Kafka hasta que los dos hombres se quitaron la máscara... y del existencialismo se pasó a la comedia bufa en un santiamén. ¡Dios mío! ¡Eran Joe Rigoli y Bigote Arrocet! ¿Por qué extraños canales cerebrales se me infiltraron esos dos cómicos (?) que estas generaciones actuales han tenido la fortuna de no conocer? El sueño fue derivando extrañamente, como extraña debe de ser mi psique. Primero me proyectaron una película de Antonioni para hacerme cantar. Pero cantar ¿qué? ¿El secreto del zoom de Lazarov? ¿El dudoso origen del coñac La Parra que publicitaba Fernando Esteso? La clave estaba en aquellos primeros años setenta, eso sí lo sabía. Antonioni no fue suficiente para ellos, torturadores y chistosillos. Después, me pusieron una de Eric Rohmer y otra de Alain Resnais; viendo que no surtían efecto, pasaron al cine español: "Los bingueros" y una de los Hermanos Calatrava. Mi resistencia se debilitaba grandemente. Si me proyectaban "Corazón de cristal" de Herzog, sabía que confesaría lo que fuese, cualquier cosa... pero ya no les quedaban películas. Y pasaron a la música. Primero, Voces Amigas, con su sello Opus Dei: resistí precariamente; después, Raphael cantando "Aquarius" de la ópera rock "Hair" en inglés: comencé a notar que mi resistencia se debilitaba. Oír "Monísima" de Bonet de San Pedro no ayudó a mi recuperación. Pero cuando sonaron los primeros acordes de aquel ominoso single, me derrumbé. Les dije que confesaría lo que quisiesen: participación en atentados terroristas, estafa inmobiliaria, prevaricación, cohecho, delitos sexuales, magnicidios... cualquier cosa pero, por favor, Joe, por favor, Bigote, tened misericordia: ¡quitad el disco de "La chevecha"! El sueño acabó sin que yo supiera qué demonios era lo que tenía que confesar.
Cuando me desperté, Bigote y Rigoli todavía estaban allí. Joe Rigoli dijo: "Yo ...sigo". Me precipité por la ventana.

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