lunes, 16 de febrero de 2009

Retrato-robot de un espectador de sobremesa

Si determinada publicidad va dirigida a determinados espectadores en una determinada franja horaria, este es el retrato-robot de los teleespectadores de la 1 en la sobremesa:

a) Tienen unos colchones más viejos que el jergón de Espartaco y se niegan a cambiarlos pese a que solo valen el precio de un cafelito al día.

b) Los hombres sufren de colesterol pero se hacen los suecos, mientras que sus mujeres e hijas acabarán por asesinarlos por su dejadez, y ahí se terminará el problema del puñetero colesterol. Y por cierto, por si no lo sabíais, el colesterol sí que es listo: tiene varios masters en atasco de arterias.

c) Ellas sufren unos problemas de tránsito intestinal tan descomunales que solo con unas sustancias que suenan a lenguas de serpiente hiperactivas pueden ir con regularidad al retrete; a lo que hacen allí dentro hoy en día se le llama "regularidad" o "ir bien", igual que antes se le llamaba "el momento All-Bran"; no sé que piensan de lo bien que van los que entran al baño después de ellas. Por cierto, a los hombres no nos parecen afectar estos problemas, y lo que hacemos cuando visitamos el baño parece ser algo radicalmente diferente, no sé... más maloliente, menos técnico, me temo.

d) Todos, ellas y ellos, tienen dentadura postiza que les creaba inseguridad social, pero gracias a un pegamento que ni el Loctite ya pueden comer cada vez más cosas, con más fuerza, ir a saraos, beber como cosacos y comer como Pantagruel.

e) Últimamente he detectado asimismo que una gran parte del sector femenino que ve la tele en la sobremesa suele hacerse varios test de embarazo al día, ya que hay nuevos dispositivos que te informan de los días del embarazo, el sexo del bebé y sus notas futuras en Tecnología de 2 ESO.

Pues bien, ya sabemos cómo empezar el día: nos levantamos relajados gracias al efecto memoria del viscolátex natura y damos gracias a jesusito por pagar a partir de 16 euros al mes; acto seguido, nos tomamos un Danacol para conseguir ser más listos que el colesterol; después, ahí va un Bífidus, y directos al váter sin pasar por la casilla de salida. Antes de salir de casa nos pegamos la dentadura con Kukident y nos ponemos a morder manzanas verde doncella como posesos; más tarde, tenemos una reunión social, seguros de nuestros dientes y de nuestra regularidad. No sé qué habrá ocurrido después, porque cuando volvamos, nuestra mujer se hará diez o doce tests de embarazo. ¡Bingo! está de cinco días y veintidós minutos, y tendrá la sonrisa del tío Liborio, las manos de la abuela Heliodora, la aerofagia de mamá Gertrudis, y acabará siendo asesor de imagen de Chávez en Venezuela.
Bendita publicidad, ¿qué haríamos sin ella? Pues palmar sobre un colchón desvencijado por una obstrucción arterial complicada con una intestinal, y otra estomacal, pues nos habríamos tragado la dentadura postiza y el dispositivo de tests de embarazo.

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