martes, 20 de enero de 2009

Un regalo envenenado



Se me estropeó el ordenador, o sea que esta entrada puede estar un poco desfasada, vista la velocidad de las noticias. Pero ahí va.


"Timeo Danaos, et dona ferentes", es decir, "Temo a los griegos incluso cuando traen regalos", dijo el troyano Laoconte en La Eneida cuando vio el Caballo de Troya. Sabiendo estas referencias, no entiendo cómo Soraya Sáenz no vio al enemigo acechando en el artículo propuesto por el periódico de Pedro Jota. Si algo se puede achacar a Soraya Sáenz de Santamaría es una candidez asombrosa para alguien que transita los caminos llenos de asechanzas de la política. No soy la Sibila, no soy Casandra, pero lo que había pronosticado en la entrada del blog sobre Obama y J.M.A. se ha convertido en realidad, si bien una realidad mucho más virulenta de lo que yo me imaginaba.



El otro día en la tele vi un fragmento del tele-blog de Pedro Jota, que aprovechó el desliz de Soraya para concluir que la mujer no es apta para la política, dada su intrínseca frivolidad, y opuso a esta falla innata de la mujer la virilidad osuna del hombre, desastrado e inelegante por definición, pero político de casta, qué demonios (el mejor ejemplo, el úrsido trajeado de Mayor Oreja, por supuesto; no incidió Pedro Jota en su propia vanidad con sus espantosos tirantes y camisas a rayas, ni el los rayos UVA de Zaplana, ni en lo presumidos que son algunos políticos también). Pedro Jota debería tener cuidado al pontificar sobre cuestiones de esta índole, sobre todo al criticar con tal exuperancia, ¡ay, perdón! Quise decir "exuberancia". ¿En qué estaría pensando yo?


No fue eso todo: en esa cadena ultrareaccionaria llamada Intereconomía uno de los contertulios afirmaba sin ambajes que Soraya parecía una prostituta en las fotos del artículo.



Y yo, la verdad, es que siento lástima por Soraya. Lo de la revista Vogue de las ministras socialistas ha quedado en agua de borrajas comparado con el talante sensual de la política del PP. Soraya, con nombre de reina triste, una niña de colegio de monjas, condenada primero a la falda escocesa plisada y al jersey de pico, y después al uniforme de la mujer metida en política, el traje de chaqueta, de repente pudo ver a su alcance su fantasía cenicientesca: convertirse por un instante en una mujer sensual que acaba de llegar de un fiestón o, por el contrario, se prepara para un fiestón aun mejor.


De todo se extraen lecciones: no creo que nunca vuelva a hacer un reportaje artístico con El Mundo, ni con La Razón, ni con el ABC. A veces, o muy frecuentemente, el peor enemigo está en casa, o acechando tras el envoltorio precioso de un regalo irrechazable. "Timeo Danaos...". Qué listo era Virgilio.




(En memoria de Armando, un hombre irrepetible e irreemplazable al que todos echaremos de menos)


(En memoria también de Jorge, que se fue demasiado pronto de este mundo)

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