miércoles, 28 de enero de 2009

He encontrado una foto



Revolviendo entre papeles encontré una foto mía. El lugar es el castillo de Slane en Irlanda, y el tiempo es el mes de julio de 1984, durante un concierto en que actuaban UB40, Santana y Bob Dylan (abajo). La foto me la sacó mi amiga Olga, que vivía en Dublín por aquel entonces. Yo estaba allí porque mis padres me pagaron la estancia de un mes con una familia en un pueblo llamado Bray (en la foto de la derecha), cerca de Dublín. La familia consistía en John, el padre, un hombre grande y bonachón que trabajaba en la Guiness, por lo que muchas veces cenaba con esa extraña cerveza tibia; Clare, la madre, aficioanada a la cultura y ferviente creyente en la transmigración de las almas; Niall, el hijo pequeño, un chico de 17 años con pinta de artista, tímido, interesante, culto, muy majo; un hermano mayor cuyo nombre no recuerdo porque solo lo vi un día y me cayó casi tan mal como a su hermano Niall; y, por último, el perro, un bulldog llamado Winston, tal vez por su semejanza asombrosa con Churchill.


De todas las familias del barrio, esta era la más estrambótica: el jardín no era tal, sino un acopio de matojos; no había fotos de Juan Pablo II en las paredes; no existían horarios de comida; tampoco existían horarios de limpieza (Niall pasó la aspiradora una vez en cuarenta días), creo que ni siquiera de aseo personal (Niall se duchó una vez en cuarenta días). O sea, que no era la típica familia católica irlandesa de aquellos días, ni de lejos.


Lo más simpático que me sucedió en Irlanda no carece de humor negro. Un día de julio falleció la madre de John. Yo volvía de dar una vuelta por el pueblo cuando al regresar a la casa me encontré con un grupo de familiares en la cocina, entre los que destacaba poderosamente la hermana de John, una mujer de cuarenta y tantos, borracha como una cuba. Entré en la cocina, saludé... y de repente se me abalanzó la hermana de John con intenciones harto sensuales. Rápidamnete, John y otros dos lograron librarme de la hermana, la cual, al cabo de un rato, viéndome solo en la salita, volvió a intentarlo. Esta vez casi le ponen la zancadilla y le leen los derechos. Decidí salir de casa por si acaso, y recordé esos velatorios gallegos de los que hablaban los ancianos, en los que los asistentes acababan beodos y contando chistes sobre el muerto. También pensé en el modo de hablar irlandés, con múltiples circunloquios ("Yo no diría que no", "Hasta cierto punto podría ser posible"...), en la constante ironía de los comentarios en las conversaciones, o el carácetr esquivo a veces, o la pura retranca de la que hacen gala. No sé si será cierto que un héroe fundacional de Irlanda fue un hijo de Breogán llamado Iro, pero está claro que Irlanda y Galicia tienen rasgos muy similares.

Otra reflexión al hallar la foto fue que casi ni me acordaba de que yo era así. Y otra, la última, es que la última vez que vi a mi amiga Olga, hace más de diez años, estaba en un estado de deterioro terrible, una chica tan guapa y tan dulce de la que me había enamorado en Santiago durante un año sin ser correspondido, una persona buena hasta la médula que acabó en una vorágine de drogas, errores y decepciones que la llevaron a la práctica indigencia. No sé qué habrá sido de ella. A veces es mejor no encontrar fotos porque disparan los recuerdos como ningún otro objeto.

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