miércoles, 17 de diciembre de 2008

La Ilíada de Baricco

Siempre me ha fascinado el ciclo de Troya, desde la manzana de la discordia hasta los "nostoi" de los protagonistas, no en vano soy hijo de una profesora de latín y griego; por tanto, siempre me he sentido atraído por La Odisea y La Ilíada, aunque más por la primera que por la segunda. La primera, para mí la obra fundamental y fundacional de la cultura occidental, se lee como una obra moderna, superando la tremenda barrera del tiempo (más de 2 500 años); la segunda, en cambio, es más antigua aún, más rígida, más árida... más épica, vaya, y tal vez su gran encanto es saborear esa antigüedad en las situaciones, las relaciones y las reacciones de los actantes. Lo innegable es que ambas son un clásico universal, por lo que la iniciativa de Alessandro Baricco de crear una versión propia de La Ilíada en su libro "Homero, Ilíada", es, cuando menos, valiente.
Baricco, como un aedo puesto al día, concibió su Ilíada como un relato oral, de hecho, fue recitado en público, pero, ¿qué hizo para diferenciarse de ese hipotético Homero? Pues eliminó las largas descripciones del poema original, y muchos de los combates singulares, y al mismo narrador omnisciente, e incluso eliminó a los dioses del paisaje troyano paraa crear un coro de veintiuna voces en priomera persona que relatan los últimos días de Troya. Baricco humaniza a los héroes mayores y menores, muestra al público sus sentimientos, sus dudas, sus sufrimientos, revelándose como seres humanos modernos: Hécuba, Andrómaca, Príamo, Aquiles, Ulises, Héctor, Patroclo... recorren las páginas del libro con sus testimonios. Sinceramente, sé que algunos puristas , los inmovilistas del clasicismo, defenestrarán este libro, pero, yo, que soy anti-purista, me coloco como reivindicador supremo de él. Dicen algunos que es una pequeña obra maestra, pero yo creo que cuando las palabras de un libro permanecen dentro de ti (las naves negras, la muerte por espada o lanza como sueño de bronce, la voz de Andrómaca, el heroísmo irrepetible de Héctor., la desesperación de Príamo, la crueldad de Ulises, el rotundo infantilismo atroz de Aquiles...) y te asaltan hasta provocarte volver a leerlo y a disfrutarlo, sabes que estás ante algo más que un buen libro. Para aquel que no se atreva a enfrentarse al sabor acre de la épica ancestral, que lea este libro. Para mí (mis opiniones son tan sesgadas...), es absolutamente imprescindible. Y, además, es un placer leer su reflexión final sobre esa cruel belleza de la guerra, tan incitante, tan desasosegante, pero tan cierta.
(A mi madre, Julia, que me enseñó tantas etimologías)

1 comentario:

Anónimo dijo...

Tomaé nota de la recomendacion.