sábado, 17 de mayo de 2008

Del celibato y otros temas









Tres de cada cuatro católicos practicantes están a favor de que el voto del celibato sea opcional para los sacerdotes, y el mismo porcentaje valora mejor a los misioneros que al clero que oficia en el propio país. Ignoramos lo que opinan los mismos sacerdotes del celibato, aunque imaginamos lo que piensa su cabeza más visible, incluso demasiado visible para mi gusto, Rouco Varela, representante de la vena más irracional y ultraconservadora del catolicismo. La verdad es que el celibato tiene su solera (no como la infalibilidad del Papa, de la que no se percató la jerarquía católica hasta 1870, ¡y eso que tienen línea directa con el Altísimo!), ya que ha estado ahí desde el Concilio de Nicea, hace 1.683 años, si bien en principio no era una prohibición de matrimonio, sino un veto al adulterio de los curas ya casados. Lo cierto es que Jesucristo nunca exigió a sus apóstoles que fueran célibes, y habría que analizar qué beneficios ha sacado la Iglesia de esta medida. Voy a pensar un poco........

He pensado unos minutos y llego a una conclusión: ninguno. Y lo peor es que, como dice una amiga mía, cristiana de base, teóloga y licenciada en Historia, que responde a las iniciales A.R. (no, no es Ana Rosa Quintana, pillines, y no digo su nombre por si le caen represalias), la Iglesia no sabe venderse. Tiene toda la razón.


Yo, en primer lugar, buscaría un asesor de voces e inflexiones, porque el tonillo insufriblemente amanerado de los curas me pone los pelos de punta; en segundo, sesiones de rayos uva a tutiplén, pues esas manos blancas como el papel de fumar me dan mucha, pero que mucha grima; en tercer lugar, obviamente, fuera celibato, y así, pudiendo liberal tensiones sexuales dentro del sacro matrimonio, quizá escándalos mayúsculos como los de las parroquias de Boston no vuelvan a suceder (fíjense que la pedofilia sacerdotal no existe, o es casi irrelevante, al menos, en las iglesias protestantes, donde los pastores se casan); en cuarto, aceptación de los métodos anticonceptivos, porque hay que tener valor para ir ¡a Brasil! y hablar sobre la maldad del sexo, la continencia, etcétera: esto demuestra lo alejados que están de la sensibilidad de sus teóricos fieles; en quinto lugar, que pidan perdón por sus muchos pecados, mostrando así la humildad que pregonaba Jesús, y que se dejen de estupideces como mantener la excomunión a Lutero; en quinto lugar, que se pongan al día en el tema del divorcio, más que nada cuando se fijen en que sus adalides políticos son los que más se divorcian de todo el arco parlamentario (pienso en alguno, como Álvarez Cascos, y me da la risa); en sexto, que coloquen a la mujer en un rol parejo al del hombre, por mucho que Eva haya sido la causante de todos los males de la humanidad, y que reflexionen, habida cuenta de que, si las mujeres desertaran de los templos católicos, estos se asemejarían a un local en que se celebra un mitin del Partido Humanista; en séptimo lugar, que aprendan a cantar un poco mejor, o que mejoren al menos el repertorio, dada la diferencia escandalosa de la musicalidad protestante comparada con los gallos desgarradores de las canciones de misa católicas; en octavo lugar, que el papa actual se deje de veleidades preconciliares, y que mire hacia adelante en vez de refugiarse en aquella Arcadia en que la Iglesia ordenaba y mandaba en la vida pública y en la privada, porque esos tiempos se comportan como las golondrinas de Bécquer; en noveno lugar, que los mandamases de la jerarquía escuchen a su gente de las misiones, y no para después excomulgarlos; que se fusionen con ellos, que admitan que esa gente sí que está haciendo una labor cristiana, y no ellos, siempre al servicio de lo más reaccionario, de esa familia monolítica que no existe, de esas persecuciones a gays, de los que la misma Iglesia está muy bien nutrida, del boato más esperpéntico y despilfarrador. No quiero tirar de Historia, porque me pasa como cuando escucho al PNV (otros meapilas): empiezo a calentarme y acabo en combustión espontánea.

Ah, y en décimo lugar, completando mi decálogo de consejos: que se autofinancien para calibrar así en rigor cuántos de esa supuesta ingente mayoría de católicos estarían dispuestos a dar dinerillo de sus ahorros a los curas parroquiales. En otras palabras, que dejen de chupar millonadas del dinero común para encima quejarse de lo malísimo que es el Gobierno, que por lo menos debe de ser bastante leninista. Leninista Zapatero, ¡ay, Dios, lo que hay que oír!


Sigan así, Rouco, Benedicto y compañía, y verán cómo en una generación la Iglesia Católica en España va a tener una representación en las iglesias de España similar a la de Nafarroa Bai en el Parlamento.






A Médicos Sin Fronteras, que hacen el bien sin querer adoctrinar a nadie

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